Había en una aldea un señor de cierta edad avanzada, muy pobre pero feliz y sabio que sólo tenía un lindo caballo y su hijo amado. Cierta mañana, él descubrió que el caballo no estaba en la cochera. Los amigos le dijeron:
–Pero viejo, ¡qué desgracia, su caballo fue robado!
El viejo, que de viejo ni de tonto tenía nada, respondió:
–Calma, por favor, no lleguen a tanto. Simplemente, digan que el caballo no está más en la cochera. Ustedes están juzgando precipitadamente.
Los vecinos comenzaron a reírse del señor.
Quince días después, de repente, el caballo regresó. Él había escapado para la sabana. Y no sólo eso; cuando volvió, trajo consigo una docena de caballos salvajes. Nuevamente, las personas se reunieron alrededor del viejo y le dijeron:
– Viejo, usted tenía razón. No era, en verdad, una desgracia, y sí una bendición.
El señor les dice, en respuesta:
– De nuevo, ustedes se están precipitando. ¿Quién puede decir si es una bendición o no? Apenas digan que el caballo regresó.
Todos se quedaron impresionados con la sabiduría del viejo.
El viejo tenía un hijo único que comenzó a entrenar los caballos salvajes. Apenas una semana después, él se accidentó, cuando cayó de uno de los caballos y se fracturó las dos piernas.
Los vecinos se reunieron de nuevo con el señor y se pusieron a juzgar, mostrando insensibilidad y falta de empatía, diciendo:
– ¿Pues, no era mismo cierto, por acaso, lo que usted había dicho, viejo? Fue una desgracia para su hijo único haber perdido sus dos piernas.
El señor, sintiendo un fuerte impacto en su corazón, les responde:
– ¡Caramba! ¡Es increíble ver cómo ustedes están obsesionados con esa cuestión de estar juzgando a los demás, ¿no es? No se precipiten, señores – agregó el señor. Digan, apenas, que mi hijo se fracturó las dos piernas. Nadie sabe aún si eso es una desgracia o una bendición.
Ante tal respuesta, los vecinos se quedaron pensativos y meditabundos, intrigados por tan sabia respuesta.
Aconteció, que unos meses más tarde, el país entró en guerra y todos los jóvenes de la aldea fueron obligados a alistarse, menos el hijo del viejito.
Y todos los jóvenes que fueron para la guerra… muerieron, menos el hijo del viejo.
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