Locución: Manuel López Castilleja
Fondo musical: Kevin MacLeod_Laid Back Guitars
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En esta casa me habito desde siempre.
Me acompañan mi cuerpo y el viento en las ventanas.
Ahora el silencio anuncia la mudanza.
Qué pasó, dónde y cuándo
quedarán y en qué pecho.
No creas sus mentiras. Son memorias.
Se mueven todos,
parecen caminar de espaldas,
apenas puedo oírlos;
no sé si vuelven o se marchan;
están, tal vez, en el preciso suelo
donde se funden estas cosas.
Dime, ¿acaso tú recuerdas más allá
de la cena de esta noche? Fue así:
hubo vasijas repletas de vino
y una luz formidable
hacía inadmisibles las ventanas.
Todo quedaba dentro bajo la luz,
fuimos algo en aquel estar.
El ladrido de hoy
convierte en realidad este silencio.
También el pájaro
que imita tu silbido
contribuye a la existencia del mundo.
Desaparecen los dientes fatales,
tan callando,
y todo parece volcar
una sustancia que se pega
a las pestañas, las engruda,
y pasan por dentro las procesiones.
¿Oyes?, ¿escuchas como yo
el murmuro de la lejanía?
Pienso en palabras.
Absurdamente traen el ansia
del hambriento, verbos nutrientes
que caen por el cuello
como la crema de la leche,
como las horas,
como los ríos arteriales
que bajan de tus muslos
cuando eres solo imagen de un delirio.
Se van. Estamos solos.
Ahora te traigo entre las manos
como si no estuvieras,
pero estás.
Bajas las escaleras
y la fiereza de sabernos es
el extremo más humano del mundo.
No hay nada más allá. Más allá
termina todo.
No hay nadie.
Solos, con la rabia de vernos
que es deseo en otra lengua,
la lengua ajena
—pero esta lengua es otra:
es una y nuestra,
el idioma ancestral de las arterias.
Y este latir inconcebible
se nombra rabia, y nos reímos
como brujas que rabian entre llamas,
viendo volar en círculo las brasas. Es la risa
de estar vivos y en rabia, amor.
Ya se han ido. Es el jardín ahora
el que nos mira
con el olivo entre los brazos,
acunando los frutos
que pisaremos
antes de que nos lleguen a la sangre.
Ya no hay tribus ni castas ni progenie.
Solo lo inconfesable.
Marchan en silencio.
Es esta luz quien dicta la mudez
inquieta y sabia y temedora
de errar en las distancias.
Y yo quiero escucharte
en esta tarde interminable,
manchar de cruces los sudarios
y dejarnos de bendiciones.
Quiero algo sagrado que huela a tierra
quemada y renaciente.
Algo parecido a una verdad.
Quiero una voz, amor, exacta
y delirante, que me diga,
que me inscriba en la piedra.
Quiero una casa nueva
otra morada
que el peso de mi cuerpo y del recuerdo
vuelvan a renacer en ruinas.
• Laid Back Guitars de Kevin MacLeod está sujeta a una licencia de Creative Commons Attribution (https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/)
Fuente: http://incompetech.com/music/royalty-free/index.html?isrc=USUAN1100181
Artista: http://incompetech.com/
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