El 26 de abril de 2020 se cumplieron 34 años del mayor accidente nuclear de la historia.
Aquel día de primavera de 1986, de madrugada, el cuarto reactor de la central nuclear de Chernóbil explotó provocando una reacción en cadena. El suelo de la central comenzó a temblar. La tapa del reactor saltó por los aires y una nube de vapor radioactivo de uranio y grafito salió disparada a la atmósfera, expandiéndose miles de metros a la redonda.
Existió la amenazaba real de que se produjera una segunda explosión, 120 veces más potente que la de Hirosima, que podría haber asolado media Europa. Un secreto que los soviéticos ocultaron veinte años.
Tras la explosión en el 4º reactor, comenzó una verdadera carrera contra el tiempo para tratar de evitar una catástrofe aún mayor en la que participaron 800.000 soldados, mineros y civiles.
Fueron 8 meses en el infierno que los escasos supervivientes que quedan no olvidan. Así comienza este documental que se recoge valiosísimos testimonios de los que vivieron en primera persona el terrible accidente:
A través de imágenes en 3D e importante material de archivo, la película recrea la batalla implacable contra un enemigo invisible e increíblemente mortal: la radioactividad.
Durante los 8 meses que se realizaron labores de limpieza y desescombro y se trabajó para construir un sarcófago alrededor del reactor accidentado, murieron entre 8.000 y 10.000 personas y más de 100.000 ciudadanos ucranianos fueron evacuados.
Imágenes inéditas
En el documental se muestran imágenes inéditas captadas por periodistas en primera línea, que murieron por la contaminación nuclear. Igor Kostine, fotógrafo de la agencia Novosti, fue el primero en grabar desde un helicóptero el desastre a la mañana siguiente y uno de los pocos reporteros de los que cubrió el desastre que ha sobrevivido:
Su equipo dejó de funcionar en solo un minuto y solo pudo captar 12 fotos en las que se aprecia la huella de la radioactividad.
Mentiras y muchos errores
La mala gestión, la falta de información y las mentiras pusieron en riesgo muchas vidas. Ocho horas después de la explosión, Mijaíl Gorbachov, ex presidente de la Unión Soviética, tenía muy poca información sobre lo ocurrido: “Nadie estaba preparado para una situación así, no había equipos de protección”.
Los ciudadanos de las zonas limítrofes a la central seguían viviendo como siempre, ajenos a lo ocurrido. Casi un día después de la explosión, no sabían que el reactor seguía ardiendo y que la radiación estaba contaminando todo. Si no se hacía nada, la dosis hubiera sido mortal en solo 4 días.
El 'Desfile de la muerte'
Los testimonios de los supervivientes son estremecedores. A las 30 horas llegaron las primeras medidas: se evacuó a la población en 30 kilómetros a la redonda y sin saber cuánto tiempo estaría fuera de sus hogares y se les suministró las primeras pastillas de yodo.
Los primeros síntomas no tardaron en aparecer: vómitos, diarrea, deterioro de la médula óseas y graves quemaduras.
Mientras el éxodo continuaba, 6 días después del accidente, las autoridades animaron a la población a participar en la celebración del 1 de mayo. Fue un grave error. No hay supervivientes de las personas que aparecen en las fotografías de aquella celebración, conocida con el tiempo como el 'Desfile de la muerte'.
Situación límite
A los 18 días Gorbachov se dirigió a la nación con un discurso en el que reconoció que la situación era muy grave:
“La energía nuclear ha escapado de nuestro control. Estamos trabajando 24 horas al día”
En un año pasaron por Chernóbil un centenar de miles de soldados y oficiales, todos reservistas. Eran los 'liquidadores' y su misión era limpiar o aniquilar la radioactividad.
Las tropas de Chernóbil eran más numerosas que las de Napoleón y todas se contaminaron. De los 500.000 liquidadores calculan que 20.000 han muerto y 200.000 sufren una minusvalía oficialmente reconocida. Aunque las autoridades no reconocen estas cifras.
‘Las mentiras del 86’
En 1991, tras la disolución de la Unión Soviética, se descubrió que las nefastas consecuencias se habían ocultado de forma sistemática. La mentira salió a la luz.
Las autoridades habían modificado arbitrariamente los valores de radiactividad subiendo la dosis que se consideraba aceptable para el cuerpo humano, rebajando drásticamente el número oficial de muertos por la catástrofe.
Las consecuencias del desastre continúan 30 años después. Hoy en día la zona de Chernóbil sigue siendo inhabitable y 8 millones de personas viven contaminadas en las áreas de Ucrania, Rusia y especialmente en Bielorrusia. Durante 30 años, han vivido rodeados de radiactividad, y los alimentos que consumen se cultivan en tierras contaminadas.
El problema ha sido ignorado por las autoridades. Entre los años 1986 y 2001 unos 1.152 niños fueron operados de cáncer de tiroides en el centro especializado de Minsk. Ninguna estadística se ha hecho pública y se sigue ocultando información sobre las consecuencias de la radiactividad.
Alla Yaroshinskaya, diputada del Soviet Supremo, sentencia que el elemento más peligroso que salió del reactor del Chernóbil no fue le cesio, ni el plutonio, fueron lo que ella ha bautizado como ‘Las mentiras del 86’, que se propagaron como la radioactividad por el mundo entero.
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