EL POETA RECORRE EL MUNDO
En marzo de 1970 el poeta José Carlos Becerra inició su viaje por el continente europeo. En Alemania adquirió un Volkswagen de segunda mano con la puerta del conductor en malas condiciones.
Becerra cumplió su propósito de visitar Italia. Pasó algunos días en Florencia y en Roma; salió de Nápoles para atravesar la península y tomar el “Brindisi”, el transbordador que lo llevaría a Grecia. La última luz que vieron sus ojos fue el brillo del Adriático al amanecer en el Estrecho de Otranto resplandeciente al dar vuelta a una curva.
La mañana del 29 de mayo, un cable publicado en la tercera página del periódico Excélsior sorprendió con escueta brutalidad a los amigos del poeta, sin embargo, hizo creer a algunos que podía tratarse de otra persona, pues en la nota se mencionaba que "El arquitecto mexicano Carlos Becerra Ramos murió en un accidente de carretera, en las cercanías de San Vito de los Normandos".
Por la tarde la noticia estaba confirmada: el arquitecto Carlos Becerra Ramos era ciertamente el poeta José Carlos Becerra. La noche del 4 de junio de 1970 llegó su féretro a México, al día siguiente, José Carlos Becerra fue sepultado en Villahermosa, Tabasco. Murió a los 34 años y 6 días.
Basta cerrar los labios.
Para morir como una lámpara desde la madrugada,
como el rescoldo de una brisa tersa;
para morir, para suministrarnos
la mano venidera del olvido;
basta decirle no al día de mañana,
basta ensayar los labios en un rumor de cera,
basta beber un vaso de agua
donde yazga el recuerdo de un ahogado.
De “El otoño recorre las islas”
El escritor Álvaro Ruiz Abreu, en su libro “La ceiba en llamas” describe así al poeta tabasqueño.
“Los primeros pasos poéticos de José Carlos Becerra comenzaron hacia 1949, como juego y divertimento con su amigo adolescente, Jorge Gómez Sánchez. En la casa del joven Becerra leían la Biblia en las mañanas del domingo. Eran días solitarios, en aquella vida provinciana de calor y holgazanería del tiempo. Abrían ese libro y después de leer una y otra vez un versículo decidían componer un poema o un cuento, derivado de ese tema. Apostaban a ver quién lo hacía más rápido. No importaba el ganador sino la apuesta. Luego leían lo escrito y lo hacían pedazos. Salían de la casa-comercio de don Carlos Becerra Lacroix, en la calle Juárez rumbo al cementerio. Ahí les ponían epitafios a las tumbas y principalmente le inventaban una historia, casi una novela, a cada muerto. El cuidador los corría del panteón municipal de Villahermosa y entonces terminaba un ejercicio literario más de los que habitualmente inventaban para “matar el tiempo”.
OSCURA PALABRA
(Fragmentos)
Te oigo ir y venir por tus sitios vacíos,
por tu silencio que reconozco desde lejos, antes de abrir la puerta de la casa
cuando vuelvo de noche.
Te oigo en tus sueños y en las ventanas nubladas del alcanfor.
Te oigo cuando escucho otros pasos por el corredor, otra voz que no es la tuya.
Todavía reconozco tus manos de amaranto y pluma gastadas,
aquí, a la orilla de tu océano baldío.
Me has dado una cita, pero tú no has venido,
y me has mandado a decir con alguien que no conozco,
que te disculpe, que no puedes verme ya.
Y ahora, me digo yo abriendo tu ropero, mirando tus vestidos;
¿ahora qué les voy a decir a las rosas que te gustan tanto,
qué le voy a decir a tu cuarto, mamá?
¿Qué les voy a decir a tus cosas, si no puedo
pasarles la mano suavemente y hablarles en voz baja?
Te oigo caminar por el corredor
y sé que no puedes voltear a verme porque la puerta,
sin querer, se cerró con este viento
que toda la tarde estuvo soplando.
EDAD TEMPRANA
José Carlos Becerra vivió su infancia y parte de su adolescencia entre su ciudad natal, Villahermosa, y el estado de Campeche, lugares donde cursó sus estudios primarios y secundarios. Hacia 1953 escribió algunos de los primeros versos que se le conocen y, durante esta primera etapa, entabló amistad con el también poeta tabasqueño Carlos Pellicer.
Tiempo después, emigró a la Ciudad de México para continuar sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria y más tarde en la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM, sin llegar a recibirse como arquitecto. Entre 1962 y 1966 frecuentó como oyente la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y asistió al taller literario de la revista Mester, del escritor Juan José Arreola.
En 1966 ganó premios de poesía en Villahermosa y en Aguascalientes; participó en el volumen colectivo Poesía joven de México y figuró entre los becarios del Centro Mexicano de Escritores.
Publicó: Oscura palabra (1965), Corona de hierro (1966) y Relación de los hechos (1967).
En 1973, se editó su libro “El otoño recorre las islas”, una recopilación de su obra poética hecha por Gabriel Zaid y José Emilio Pacheco, y prologada por Octavio Paz. Esta obra incluye sus libros inéditos “Fiestas de invierno” y “Cómo retrasar la aparición de las hormigas”, así como la única narración que escribió: Fotografía junto a un tulipán. En 1969, obtuvo la beca Guggenheim, otorgada a profesionales avanzados.
CON SU MUERTE INICIA LA LEYENDA
El poeta tabasqueño de su generación, Marco Antonio Acosta, ha dicho con certeza que Becerra “vivió de una esperanza, lleno de juventud e imaginación por la vida, sin pensar en la muerte, pero deseándola íntimamente”.
José Carlos Becerra llegó al fin a su destino no programado, aún en esa carretera de Brindisi en Italia, no perdió la burla de su vida, pues hasta el último momento estuvo escribiendo y así, se convirtió en leyenda.
Créditos del audio
Guion: área creativa del CECOM (Centro de Comunicación)
Lectura del poema: Julio Trujillo- Voz Viva de México, UNAM.
Lectura de la carta a José Carlos Becerra: Igor Ceva Conde (gracias amigo)
Locución: Carmen Inés Delgado S. Juan Manuel Guzmán
Corrección de estilo: Xchel Aurora P. Palafox, Aurora Palafox León.
Logística en redes y apoyo técnico: Jairo León Pérez Palafox.
Realización: Juan Manuel Pérez Guzmán para RADIO UJAT 107.3 F. M. de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
Comentarios