Esta serie documental relata de la mano de testigos directos, la barbarie cometida, durante la Segunda Guerra Mundial, por las tropas de Adolf Hitler. Nos describe la vida en los getos y las diferentes situaciones a las que se tuvieron que enfrentar los supervivientes de la guerra.
El término ‘holocausto’ posee una segunda acepción en sentido figurado, que es la que hoy más comúnmente se usa: “Gran matanza de seres humanos, en general”; sin embargo, la voz, con este valor, nos lleva automáticamente a un holocausto determinado: la catástrofe judía del siglo XX. Las bases remotas de esta tragedia sin igual hemos de buscarlas en las profundidades del antisemitismo característico del centro y este de Europa; de hecho, si el holocausto judío (desde aquí, Holocausto) es recordado como un fenómeno propiamente germánico, en él participaron activamente, de forma oficial o no, otras naciones en las que el antisemitismo era también muy profundo. En su tarea de destrucción de las juderías que encontraron a su paso durante la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas de las SS alemanas encontraron el apoyo de parte de la población cuando no de las mismas autoridades en naciones como Rumanía, Lituania, Letonia, Bielorrusia o Ucrania; al mismo tiempo, Hitler supo sacar partido del tradicional antisemitismo de otros países bálticos o centroeuropeos. La gran masacre fue desarrollándose con los nazis al poder y se desarrolló con especial intensidad durante los años de la Segunda Guerra Mundial, terminada el 8 de mayo de 1945.
La virulencia antisemita del Partido Nacional Socialista formaba parte de sus bases ideológicas; sin embargo, el panorama fue haciéndose cada vez más turbio debido a la penetración de la ideología nazi entre el pueblo y su implantación general en Alemania, al convertirse indiscutiblemente en la primera fuerza política y en un verdadero fenómeno de masas. Un momento crucial fue la implantación de las Leyes de Nuremberg el 15 de septiembre de 1935, donde se establecía que ningún judío pudiera tener la ciudadanía alemana; otro momento especialmente célebre fue la “Noche de los Cristales Rotos” (Krristallanacht), entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938. La situación empeoró brusca y progresivamente desde la invasión de Polonia, el 1 de septiembre de 1939, lo que supuso la declaración de guerra inmediata por parte de Francia y Gran Bretaña.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial fue determinante para que el plan de Hitler de barrer a los judíos de toda Europa se extendiese hasta los países orientales europeos. El dictador perseguía esclavizar a todos los pueblos eslavos, desde la cercana Polonia hasta Rusia, y utilizarlos como fuerza de trabajo bruto al servicio de la pujante Alemania; por otra parte, al elemento judío sólo le reservaba la aniquilación. Si en una primera fase, antes del estallido de la Guerra, Alemania apostó por la expulsión de los judíos de su territorio, tras la invasión de Checoslovaquia se decidió que la única solución posible del Problema Judío era la que se denominó oficialmente (de ahí el empleo de las mayúsculas en ambos casos) la Solución Final o Total (Gesamtloesung); para ello, Hitler, y con él todo su gobierno, apeló a varios métodos, como el trabajo hasta la extenuación, los fusilamientos masivos o, en último término, las célebres cámaras de gas.
Para desarrollar tan terrible plan, que también alcanzaría a otras etnias (eslavos o gitanos) o grupos (enfermos mentales, homosexuales y comunistas), era decisivo contar con centros destinados a tal fin. Ello indujo a la creación de campos de concentración de características diversas: desde simples campos de trabajo hasta auténticas factorías de la muerte. La deportación hacia esos centros comenzó mucho antes de que estallara la guerra; sin embargo, sólo la guerra animó a eliminar a los judíos de toda Europa, dándoles la muerte en ese lugar o deportándolos hacia los numerosos campos de concentración localizados en distintos puntos de Europa. Los judíos fueron a dichos enclaves desde Francia por el oeste y desde Rusia por el este; desde los Países Bálticos por el norte y Grecia por el sur; su destino estaba, por lo general, en campos ubicados en territorios pertenecientes a las actuales Alemania, Lituania, Ucrania y, especialmente, Polonia. De los primeros campos de deportación, donde los judíos estuvieron inicialmente concentrados, se pasó a auténticos mataderos para hombres, a la manera de algunos campos ubicados en Polonia, como Sobibor, Treblinka o Auschwitz.
La historia del Holocausto debe seguirse por diversas razones: En primer lugar, cabe recordar que la tragedia continuó para muchos judíos que osaron regresar a sus lugares de origen y que pagaron el retorno con su vida, pues el sentimiento antijudío de las gentes en nada se había aplacado tras el ocaso de Hitler, por cuanto era de diferente raigambre; la prolongación del Holocausto ha sido una realidad derivada también de la memoria siempre viva de sus víctimas, así como de la persecución y enjuiciamiento de los responsables del Holocausto en todo el mundo (con el grupo de Simon Wiesenthal a la cabeza). Acabada la Guerra, las marcas del genocidio judío se curaron parcialmente con la búsqueda y encuentro de familiares o con la recuperación de parte de los bienes incautados; a tal efecto, desde finales de 1996 se ha iniciado el rastreo de los depósitos y cuentas bancarias congelados en los principales bancos suizos y se ha seguido la ruta del oro robado a los judíos y empleado como moneda por los nazis en todo el mundo. Realmente, la única experiencia positiva que los judíos han extraído del Holocausto: apenas salidos de los campos de concentración, los judíos asistieron emocionados al nacimiento del estado de Israel.
En definitiva, el Holocausto nos dejó la muerte de unos seis millones de judíos, cifra que sólo puede compararse con el total de entre veinte y veintidós millones de caídos en la Unión Soviética (entre los que hay que contar a unos dos millones de judíos rusos.
Comentarios
El Nuevo Orden Mundial, si quieren saber por qué ocurre todo esto, busquen información sobre "el informe Iron Mountain", ahí encontraran muchas claves para entender ésta locura que nos ha tocado vivir.
"A los ganadores de la Segunda Guerra Mundial les interesaba no tener que ser llamados a rendir cuentas de sus crímenes. Ellos llegaron a arrasar pueblos enteros en Alemania donde no había ni un solo soldado, sólo para matar a mujeres, niños y viejos y así debilitar la moral del enemigo. Esta suerte también corrieron Hamburgo, Lübeck, Berlín, Dresde y otras ciudades. Se aprovecharon de la superioridad de sus bombarderos para matar a civiles con impunidad y con demencial crueldad. Luego le tocó a la gente de Tokio, y finalmente, con las bombas atómicas, a los civiles de Nagasaki e Hiroshima. Por ello fue necesario inventar delitos especiales cometidos por Alemania y pregonarlos mucho para presentar a los alemanes como seres malignos y todas las demás tonterías propias de una novela de terror sobre la que Hollywood ha rodado centenares de películas. Y por cierto, desde entonces el método de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial no ha cambiado mucho: Se dedican a exportar su “democracia” con las llamadas “misiones de paz” en contra de “estados canallas”, contra enemigos que han supuestamente cometido actos siempre monstruosos. Y así, en la práctica, atacan sobre todo con bombardeos a quienes no quieren someterse. Masacran a militares y civiles que no tienen los medios para defenderse, y al final, tras sus “intervenciones humanitarias” ponen como presidentes a títeres que siguen sus intereses económicos y políticos" (entrevista póstuma a Erich Priebke)