Las experiencias intensas; esas en las que no logramos restablecer el equilibrio, se convierten en traumas encapsulados, silenciados y enterrados en el cuerpo que nos llama de forma constante. Respuestas de supervivencia, sistemas de alarma que se activan para mantenernos vivos al haber convertido la Tierra en una “experiencia intensa” día tras día. Atendernos, HABITARNOS, sumergirnos siendo sensación; conexiones que nos salvan y nos muestran otras rutas justo ahora que podemos mirarnos. Cometas, vientos de Agosto, invitaciones a SER, a brillar COMPLETOS, descubriendo lo que hemos invertido y entregando lo que traemos en el centro del pecho, lo que nuestros pasos han construido, como la “misión” no idealizada que el planeta y la humanidad hoy necesitan. Desde volar un avión hasta escribir un libro, cultivar en una huerta, ilustrar una historia, leer un cuento, componer una melodía o interpretarla... contar historias, atender enfermedades físicas, escuchar a otros seres humanos, conversar con ellos, cuidarlos, cocinar, limpiar espacios, darles vida, cantar, compartirnos. ¿Dónde nos hemos silenciado? ¿Qué sensaciones siempre te han llamado? A todo esto viajé hoy, desnudando ideas utópicas en apariencia, hablando de órdenes económicos que se muestran absurdos, SIENDO en esta conversación contigo, aquí, sin tantos filtros
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